Los procesos de transformación que compartimos juntos nos modifican internamente. Y con lo primero que nos confrontan es con la autenticidad sobre el ¿quién soy?
Esa sola pregunta está llena de riqueza porque nos abre el camino para empezar a priorizar con claridad nuestras necesidades. Saber quién soy, y en consecuencia qué necesito.
A lo largo de los años, casi de manera autómata, nos hemos acostumbrado a diseñar nuestra vida en torno al “debería”, una fórmula a la que lo único que le importa es responder a lo externo, pasando por encima de nuestras necesidades internas, entregándonos incluso, a la desestabilizadora experiencia del estrés. De alguna u otra manera todos pasamos por alguna situación de estrés, que no es otra cosa que “vivir fuera de ritmo”.
Y aquí la gran paradoja: todos sabemos que estamos yendo a otro lugar, a un sitio que no tiene que ver con nuestras necesidades verdaderas y, sin embargo, no plantamos bandera para el cambio.
¿Cómo puedo introducir los cambios en mi relación con los demás y que vayan acordes con mi biorritmo?
El primer paso es comenzar a ver quién “sí” soy, tal vez a partir de quién “no” soy, para definir qué necesito y qué me pide mi cuerpo. Para eso tengo que bajar el ritmo y darle paso al “darme cuenta” de dónde estoy parado. Solo de esa manera vamos a dejar de sentirnos perdidos, sobrepasados.
Solo sabiendo quién soy y qué necesito voy a ser capaz de poner límites a conductas abusivas o manipuladoras.
Cuántas veces en la inconsciencia de quienes somos, en ese no saber quiénes somos, damos un «sí» por obediencia, con la única intención de responder a las exigencias de otros. Pero esos “sí” a los “deberías hacer tal cosa”, “deberías tener energía suficiente”, “deberías mostrar buena cara”, “deberías mostrarte con mejor ánimo”, nos llevan a perder la conciencia del límite.
Natalia Liz Sleiman
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